Ayer nos llegaba la noticia que dos cooperantes españoles y una italiana fueron secuestrados en un campamento de refugiados saharauis cerca de Tinduf, en el suroeste de Argelia en la que fue una acción atribuida por el Frente Polisario a la organización Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI).
Los cooperantes son Ainhoa Fernández de Rincón (miembro de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Extremadura) Enric Gonyalons (miembro de la asociación Mundubat) y la italiana Rossella Urru. Los tres europeos fueron secuestrados durante la noche en el campamento de Rabuni, en donde trabajaban para asociaciones de ayuda a los numerosos refugiados saharauis instalados en esta región, situada en las puertas del Sahara Occidental y cercana a Mauritania y Mali. Se cree que pueden estar en Mali.
Esta mala noticia nos llegaba justo 10 días después del secuestro de Blanca Thiebaut y Montserrat Serra, dos cooperantes españolas de Médicos Sin Fronteras que trabajaban en labores logísticas en Dadaab (Kenia), a unos 100 kilómetros de la frontera somalí. El vehículo con el que viajaban las cooperantes fue asaltado a tiros por los secuestradores, que se supone que son miembros del grupo islamista somalí Al Shabaab. Se cree que las cooperantes se encuentran en Somalia.
Estos dos secuestros han vuelto a poner de manifiesto las condiciones extremas de la acción humanitaria en muchos lugares del mundo. En estas zonas trabajan numerosos expatriados de ONGs, que tratan de ayudar a los refugiados de la guerra y que se encuentran en situaciones límite. Todos ellos son un blanco fácil y codiciado por bandidos y milicias armadas que son conscientes de que los extranjeros valen su peso en oro.
100 víctimas al año
Hoy en dia, en las llamadas ‘zonas rojas’, los trabajadores humanitarios pagan un alto precio por su compromiso. Acoso, secuestros, emboscadas, amenazas de muerte y matanzas son algunos de los riesgos que afrontan en su trabajo en Afganistán, Darfur, Sri Lanka y muchos otros lugares del mundo. Estos cooperantes son profesionales y no son imprudentes. La terrible verdad es que los cooperantes se han convertido cada vez más en objetivos elegidos intencionalmente.
Tradicionalmente, la protección de los trabajadores humanitarios dependía de su “aceptación” por los beligerantes, así como de la estricta aplicación de los principios humanitarios de neutralidad, independencia y no discriminación. Pero esta aceptación es puesta en cuestión cada vez más en los conflictos actuales. En algunos casos, se convierte a los trabajadores que prestan asistencia humanitaria en objetivos porque se los considera como testigos incómodos de las atrocidades perpetradas contra civiles, tal como ocurre en la parte oriental de la República Democrática del Congo. En otros, se los considera como parte de un programa político o ideológico, como es el caso de Afganistán. El secuestro de trabajadores humanitarios se ha convertido asimismo en una empresa rentable economicamente en algunos lugares del mundo, como es el caso de Somalia.
Según la ONU, en los últimos diez años, la labor de los cooperantes se ha vuelto cada vez más peligrosa. Los ataques a los puestos de ayuda humanitaria se han triplicado, con el resultado de unas cien víctimas al año. En 2010 se produjeron 129 incidentes que afectaron a la seguridad de los trabajadores humanitarios: 69 fueron asesinados, 86 heridos y 87 secuestrados.
No es de justicia que personas que se entregan a ayudar a los demás sin mas armas que sentir el sufrimiento ajeno como si fuera propio, se tengan que enfrentar a retenciones en contra de su voluntad por parte de bandas en busca de recompensas económicas… Exijo la libertad de nuestr@s compañer@s secuestrad@s en Kenia y en el Sahara. ¡Mi solidaridad con sus familias y amig@s!